domingo, 12 de febrero de 2012

La Cámara Rota con Rashid Yassin!!

Otra de Aronofsky...


Drogas, sexo, alcohol, la triada por excelencia para un filme y la autoreflexión perfecta para nuestras vidas con esos elementos ajenos o no… sin duda, una película favorita de muchos, de esas que se disfrutan tantas veces como sea vista: “Réquiem for a dream”.

La historia comienza en verano con Sara, una viuda de Brooklyn que pasa el tiempo frente a su televisor y sólo sale a tomar el sol con un grupo de señoras mitoteras y revoltosas. La desafortunada mujer, sufre el saqueo de su casa por su hijo drogadicto… todo cambia de mal en peor en su vida, cuando recibe una carta para participar en un concurso televisivo que la hace obsesionarse con su peso para lucir el vestido rojo que utilizó en la graduación de su hijo. Al no funcionar la dieta, toma anfetaminas, comienza a cambiar de carácter. 


Mientras tanto, su hijo, Harry, se inicia en el negocio del tráfico de drogas junto con su mejor amigo Tyron, aunque con diferentes objetivos, Harry quiere abrir una tienda con su chica Marion y su cuate salir de las calles. 

En otoño todo se complica, Sara incrementa su dependencia de las pastillas, comienza a alucinar, Tyrone es arrestado, su abastecedor de drogas es asesinado, Marion y Harry se alejan por falta de dinero al sacar de la cárcel al amigo, Marion enloquece por la abstinencia y Sara no deja de imaginar que su casa se convierte en el escenario del programa de televisión, con el refrigerador y presentadores acosándola, al punto de ir a las instalaciones reales para exigir una explicación por no haberla llamado, de donde, obviamente es retirada por la policía. 

Durante el invierno todo empieza a tener su desenlace, Harry y Tyrone deciden ir a florida para conseguir más sustancias ilegales, sin embargo, Harry descubre una infección en su brazo a raíz de las inyecciones de heroína, le da fiebre, deciden ir al médico, quien al revelar su adicción los denuncia a la policía, mientras tanto, Marion no pierde el tiempo y vende su cuerpo a Big Tim para obtener más droga, quien además le ofrece participar en fiestas sexuales a cambio de las sustancias. Sara, por su parte, es internada en una clínica mental, donde la ignoran por no comer y ser incapaz de articular una frase lógica. 

En el final de la película, las historias empiezan a intercalarse con imágenes grotescas de las consecuencias de los actos de cada uno; a Harry se gangrena el brazo por la infección, por lo que le amputan el brazo, Tyrone permanece en la prisión soportando las vejaciones e insultos de policías racistas y Marion está en la fiesta y tiene sexo anal con otra chica y un inmenso dildo, mientras que la desafortunada Sara, termina con terapia de electrochoques. 


La cinta destaca por una fotografía excelsa; los encuadres, así como los ángulos son magníficos, además, posee filtros para ciertas escenas, movimientos arriesgados y disoluciones muy bien colocadas, que le dan ese toque totalmente artístico; la banda sonora es grandiosa, acompaña a la perfección la secuencia de imágenes; la iluminación es genial, predomina la de zonas y manchas, lo que hace verla muy artística. Todos estos elementos causan un estrés caótico en el espectador, sólo como lo puede hacer el gran director Darren Aronofsky. 

El filme está basado en la novela de Hubert Selby Jr.; el reparto histriónico es exuberante y destacado, con Ellen Burstyn, en el gran papel de Sar, la madre adicta y obsesionada con su peso; Jared Letto, el guapo chico drogadicto Harry; Jennifer Connelly en el rol de Marion, la artista junkiee; y Marlon Wayans, en el papel de Tyrone, el chico pobre que vive en las calles. 

La fascinación del hombre por dañarse es inmensa, desde casos extremos de personas que gustan por auto flagelarse, cortarse, mutilarse para sentirse mejor, hasta los que fuman y beben aun al saber las consecuencias terribles que acarrean. Una película idónea para la reflexión artística de medir las consecuencias de los actos y decisiones personales.  

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