Piel a Piel...
Las modas van y vienen, pero algunas como el vestir con pieles de animales prevalece e incluso aumenta, ya que brinda “estatus”, “elegancia” y es muy “cool”; quién no quisiera parecerse a alguno de esos “artistas” que presumen su “buen gusto” por portar un abrigo de mink, aunque quizá portar uno no nos convierta en la estrella del momento, sino nos haga como ellos, es decir, de escasa conciencia, poco sentido humanitario y, por supuesto, unos completos ignorantes.
Algunos justifican o tratan de expulsar sus culpas al decir que los animales que murieron para conformar su “bonito accesorio” no sufrieron, pues crecieron en granjas donde los crían con el único fin de asesinarlos cuando crezcan y quitarles su piel. ¡Qué hermoso es pensar que no tienen ningún dolor! ¡Imagínense! ¿Qué sentirían ustedes si estuvieran, desde que nacen hasta el día de hoy, encerrados y amontonados con otros sujetos en una pequeña jaula de alambre forrada con sus excrementos y orina, mientras observan cómo matan cada día con extrema crueldad a sus amigos y familiares, y esperan impacientes su turno para morir?


Cientos de activistas por todo el mundo se han proclamado contra la industria peletera, pero de nada sirve si aún existen miles de personas que pagan grandes cantidades de dinero por llevar puestas estas pieles y los pasivos a quienes ni les va ni les viene mientras no les afecte; es fácil y satisfactorio causarle daño a otros seres, sobre todo si no pueden defenderse y más aún si tenemos la tonta idea de que por no ser humanos “no sienten”, “no sufren”. Hay que dejar de ser egoístas y tener conciencia; cada que pensemos atentar contra otro ser vivo primero hay que ponernos en sus zapatos o, en este caso, ponernos en su piel.
