El juego del calentamiento II…
“Sin el animal que habita dentro de nosotros, somos ángeles castrados”.
Hermann Hesse, escritor suizo de origen alemán
Hermann Hesse, escritor suizo de origen alemán
En la edición pasada escribí acerca de cómo excitar a una mujer para conducirla hacia el orgasmo, ahora toca el turno de los hombres. En primer lugar chicas, hay que conocer sus zonas erógenas: las orejas, el pecho, la zona genital: pene y testículos, así como el ano y el perineo, y los muslos. A estas áreas táctiles hay que agregar el elemento visual: les fascina la lencería.
Las orejas, por ejemplo, se valen mordisquear o pellizcar suavemente, pues son partes repletas de terminaciones nerviosas e hipersensibles al tacto. Asimismo, la piel del pecho se vuelve muy sensible, debido a la cantidad de sangre que fluye en el momento, por lo que es una buena idea para potencializar la excitación de tu pareja a través de pellizcos y lambidas en los pezones.
Tanto en los testículos como en el pene, las caricias y apretujones son elementos que proporcionan mayor placer mientras están hinchados de sangre. En los testículos pueden masajear suavemente y justo antes de lograr el orgasmo, presionar con mayor fuerza. Ah, pero antes de esto, no olviden el sexo oral.
El perineo, una zona en desuso por la absurda idea de que es antihigiénico, es uno de los lugares más erógenos del cuerpo. Lo recomendable es presionarlo con movimientos circulares, ya que durante los juegos previos o la penetración produce sensaciones intensísimas, pues al mismo tiempo se estimula la glándula prostática, es decir, el punto G masculino.
Otras regiones olvidadas son los muslos, en especial las ingles: antes del coito, bésalos suavemente o hazles cosquillas con tu cabello, ya que durante el acto y el orgasmo, se contraen y tensan, por lo que un buen masaje en toda la zona no cae mal para relajar los músculos.
Las zonas erógenas son diferentes en cada persona, ¿conoces las de tu pareja? Una velada romántica llena de juegos puede ayudarte a conocer un poco más esos detalles que en el coito resultan trascendentes.