Afrodisíacos: el poder de la imaginación…
“Salí en seguida en busca del mantel, lo cubrí con manjares suculentos y frutas exquisitas y cuanto era mi obligación en aquellas circunstancias. Nos pusimos a comer y a jugar, luego a beber, de tal manera lo hicimos, nos emborrachamos por completo. Y la noche que pasé con ella hasta la mañana, se contará entre las más benditas…”
Relato del médico judío en Las mil y una noches

Los afrodisíacos no son una novedad en el mundo actual, la palabra viene de la diosa Afrodita que simboliza el amor, la belleza, la sexualidad y la reproducción y de esto hace poco más de 5 siglos. Con esto se entiende que las “recetas mágicas” son una herencia cultural más que una realidad.
No obstante, en la actualidad existen prácticas que resultan catastróficas a nivel natural: la caza de ciertas especies –como el tigre de bengala- para extraer alguna parte de su cuerpo que, aseguran, es benéfico para la impotencia sexual; lo cierto es que más allá de hacer un bien, se cae en el perjuicio por ignorancia.

Hoy en día, los medios de comunicación presentan productos “milagro”, que los consumidores terminan por creer en su efectividad, aunque… ¿realmente es cierto? Lo único que consiguen es que si el interesado alcanza el nivel deseado con la pareja, quede satisfecho; si ocurre lo contrario, genera frustración en los amantes. Vemos entonces que lo que posibilita el placer es la sugestión, la fantasía sexual, no el producto en sí.
¿Cómo fantasear? Eso depende de la pareja, sus gustos, aficiones, curiosidades y expectativas respecto de lo que quieren alcanzar cuando estén juntos. El afrodisíaco es tan solo un ingrediente de la extensa receta amorosa, no es el fin en sí, sólo es un medio para alcanzar el tan anhelado placer… Imaginar es el único afrodisíaco con el que se cuenta por naturaleza, ejercerlo depende de cada individuo y que debe estar acompañado de estímulos olfatorios, auditivos, visuales, sensoriales y gustativos, por supuesto.
