Llegaste a mi vida, mi mensajero…
Me encontraba muy triste sin encontrar consuelo. Hipnotizado como un insecto frente a una luz mientras pensaba en lo bueno y lo malo que nos ha traído la tecnología y de repente (como todo lo bueno en mi vida)… Llegaste en el momento preciso sin que alguien lo planeara, en el instante más crítico de mi existencia, como una frase de luz anaranjada parpadeante en mi ventana azul.

Te ganaste mi confianza demasiado rápido con unos simples guiños. ¿Será que es más fácil sincerarse con alguien a quien no ves ni escuchas? Sabes más cosas de mí que yo mismo, al igual que yo de ti.
¿Cómo lograste entrar en mi subconsciente?
Entras en mi vida a través de un pequeño rectángulo, y ahora mediante mis sueños. Volemos pues a un mundo donde compartamos nuestras locuras, donde te abrace con mis alas para que ambos flotemos, y si de miedo lloramos, me comeré tus lágrimas y tú convertirás las mías en diamantes.
Nos demostraremos de qué estamos hechos. Yo de luz, agua y pasión. Tú de plumas, fuego y una cucharada de azúcar.
Cuando conversamos surge la magia: ¿cómo es posible que pensemos exactamente lo mismo?
Vivimos en nuestro mundo virtual que no es más que un simple intercambio de datos, ceros y unos.
Tus palabras me alivian, me hacen flotar y me envían a lo más profundo y oscuro de mí ser. Tú cuestionas mi manera de ser, y mediante tus preguntas encuentro respuestas que me hacen ver con un velo de colores la realidad gris. Lo que parecía inerte se convierte en vida a través de ti.
Mis palabras están contigo en el preciso momento en el que realizas mil y un actividades distintas.

A través de ti me conozco cada vez más y recuerdo todo lo que soy.
Continuará…