Justificados por naturaleza
Bronceadas, peludas, albinas, lampiñas, planas, abultadas, etcétera; partidas por la mitad, se les llaman nalgas, posaderas, trasero, asentaderas, culo, pandero, pompis, cachas o ancas, y tienen una razón de ser: cumplen una función en nuestro cuerpo más allá de ser un simple referente de belleza.
“El principio de las piernas” como lo llaman en una película, se forma por diferentes músculos: glúteo mayor, medio y menor, el músculo piriforme, los obturadores y los géminos.

Si las nalgas están formadas por músculo, evidentemente el ejercicio hará que éstas luzcan mejor. Sin embargo, la forma predeterminada de la nalga, depende de nuestra constitución física, que está determinada por nuestra genética. Con la rutina adecuada podrá incrementarse el volumen, alcanzar firmeza e incluso moldear la forma.

¿Por qué les llama tanto la atención este tipo de traseros? ¿Son tan primitivos como parecen? Sí. Estudios confirman que la relación existente entre nalgas, cadera y cintura es lo que vuelve loco a un hombre.
Cuando la cadera de una mujer es más ancha que la cintura, es señal de receptividad sexual y éxito reproductivo. El Dr. Osvaldo N. Mazza, Profesor Titular de Urología en la Facultad de Medicina Sexual de la Universidad de Buenos Aires, menciona en su trabajo de Introducción a la Medicina lo siguiente:
“[la hembra humana]… ha desarrollado señales permanentes de su capacidad sexual […] La especial disposición que adoptó la pelvis para sustentar la marcha erecta -con el consecuente desarrollo de los músculos glúteos- aglutina en la mujer una reserva de tejido graso regulada hormonalmente que resulta ostensible y atractiva durante la marcha erecta. La grasa depositada […] denota un potencial sexual reproductor dado que la reserva grasa en dichas áreas aseguran una reserva energética primordial durante el embarazo y la lactancia.”
No es que a los hombres les guste todo lo que ven, su instinto los “obliga” a hacerlo, en sus hombros recae la supervivencia de la especie humana. Si llegasen a observar a su galán verle el culo (como dirían los españoles) a otra mujer, llamarlo cavernícola, queda completamente justificado.