La mirada penetrante, unos ojos que, sin parpadear, esperan el momento de mayor excitación, la caída de la ropa, un dibujo en la piel o la colocación de un abrigo de pieles.
Fetichismo, una de las parafílias más conocidas, pero más criticada y atacada.
Analizando, ¿quién no ha tenido un fetichismo en su vida? Es imposible, pues éste está presente en muchas de las actividades realizadas por el ser humano.
El simple deseo de querer algo o anhelarlo frecuentemente puede ser el comienzo de uno.
Y podemos poner ejemplos muy banales, como las mujeres que adoran ir de compras y aman las bolsas, tienen cientos de ellas y les gusta admirarlas y presumirlas, tocarlas y verlas. Eso es una conducta fetichista, pues reciben placer por medio de un objeto.
Cuando se habla de conductas sexuales como ésta, hay que tener en cuenta las categorías sujeto—objeto. ¿Por qué? Pues el sujeto, el que admira, no ve al otro como un sujeto, si es que éste lo es, porque sólo recibe placer de él, es una otredad que da, pero no recibe.
En el terreno sexual, un fetichismo es un tema muy general, pues puede abarcar varias conductas. Dentro de él sólo se puede mirar, tocar, oler o degustar. Una de las características de este es que no hay coito y, la mayor parte de las veces, sólo es una admiración.
Algunos ejemplos pueden ser, alguien que mira desde una ventana a una pareja teniendo relaciones pero esa persona no lo realiza, sólo observa.
Otro, uno de los más clásicos, es el propuesto por Sacher-Masoch en el libro de La Venus de las pieles, en éste el protagonista adora mirar a su vecina con un abrigo de pieles y un látigo en la mano, no la toca, sólo la mira.
El arte de observar es un donde para estos personajes, para los fetichistas, es lo único que los llena y los hace llegar al éxtasis.
“George Bataille eyaculó viendo un cadáver, ni siquiera lo tocó, sólo lo observó”, palabras de un amigo al contarme la historia de este escritor francés del siglo XX.
De esta manera se puede apreciar que hay distintas maneras de comprender y ver la vida, y claro, de apreciar la sexualidad humana. Como dice el dicho “En gustos se rompen géneros”.