Poesía, Oportunidad en Desesperanza...
“Regresaré con miembros de hierro, la piel oscura, los ojos furiosos: de acuerdo con mi máscara, me juzgarán de raza fuerte”, Rimbaud.

Cuando escuchamos la palabra “poesía”, es inevitable relacionarla con el amor arrebatado de momentos pasionales que terminan en dramas shakespeareanos o con aquellas palabras melosas que quitan el aliento a las damas, incluso, en el fondo de los fríos corazones del siglo XXI, la poesía aún causa suspiros nocturnos.
Pero, la poesía es más que una declaración desesperada de amor, es, como lo explica Platón, una cosa alada, ligera y sagrada; es un momento personal e íntimo en el que el humano puede ser lo que no es y ser lo que quiera, escaparse de sus sentimientos para alinearse con los ajenos. Es también la oportunidad de alejarse del ruido de la ciudad para sumergirse en la experiencia de lo sublime, aquello que nunca podemos explicar con palabras y que deja una profunda conciencia y sentimiento.

Entregarse a los brazos de la Poesía es una opción de reivindicación con la vida, pero no existe una forma fácil para hacerlo. No hay una experiencia más aterradora que entregarse a un momento de reflexión, librar esa lucha “cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado”, como dice Octavio Paz.
Cabe destacar que, si bien todos los seres humanos podemos acercarnos a ser, a una poesía profunda, son pocos los que realmente pueden decirse merecedores de ello, por tal motivo cierro con las siguientes palabras de uno de mis poetas malditos favoritos, Baudelaire, que he recordado durante una tarde lluviosa en un café del Centro Histórico de la ciudad de Puebla:
“No existen más que tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero y el poeta. Saber, matar y crear.
Los demás hombres son imponibles y sujetos a servicio; hechos para la cuadra, es decir, para ejercer lo que se llaman profesiones”.