El placer de observar
El placer de observar, mirar a los demás, sin hacer ruido, sin estar presente, sin participar en la relación, ser anónimo y sólo contemplar, ese es el gusto de los voyeristas.
Esta parafilia responde a meterse en la intimidad del otro, a espiar las relaciones sexuales de alguna pareja o admirar a alguien, siempre desde lejos, sin participación y lo más importante, sin que los otros sepan que alguien los vigila para obtener placer.
La conducta voyerista se puede encontrar en muchas conductas diarias, por ejemplo la gente que se la pasa bien con videos pornográficos, los que contemplan a alguna mujer u hombre en la calle, o aquellos que tienen obsesión por alguna persona en específico y se la pasan siguiéndola.
La conducta de un voyerista es totalmente pasiva y hasta se podría decir que no tienen una actividad en el acto, él solo se la pasa observando y no juega, no se impone en los actos de los que gusta ver.
Otra actitud que se puede considerar voyerista es la de aquellas parejas a las cuales les agrada verse en algún espejo mientras tienen relaciones sexuales, en esta conducta también hay un poco voyerismo.
En esta práctica sexual no hay ningún riesgo para la salud, el único es el de ser descubierto por las personas a las que se está observando, pero es un ejercicio pasivo y sin muchas complicaciones.
Uno de los autores que ha manejado el concepto de voyerismo es García Ponce, escritor mexicano, quien en su libro El gato relata la historia de una pareja que se da cuenta que un gato los observa cada noche que tienen relaciones sexuales y parece como si este pequeño ser pudiera disfrutar de sus encuentros.
El mirar algo agradable, algo excitante, que lleve a los sentidos a lo más profundo sin hacer nada, sólo observando. El voyerismo es una práctica pasiva que lleva al que lo realiza a un momento erótico y excitable, sin hacer nada, sólo la mirada de un acto en el cual no participa, ¿serán las ganas de estar en él?
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