Ser Humano, ¿depredador racional?...
Los seres humanos nos sentimos los amos y señores del mundo, no sólo de los recursos naturales sino también de las demás especies que habitan el planeta, creemos que éstas están para satisfacernos y hacemos cuanto queremos con ellas, ya sea porque realmente las necesitamos como alimento, por un absurdo consumismo o por mera diversión, pero nuestra visión únicamente se centra en satisfacer deseos y placeres, olvidándonos siempre de las consecuencias de nuestros actos y del respeto hacia la vida de otros seres.
Al caer en excesos propiciamos que en el entorno se desarrollen una serie de cambios que generen consecuencias irreversibles y que en un periodo corto o largo de tiempo, según sean los daños, las modificaciones en el ecosistema sean catastróficas. Si bien es cierto que en la naturaleza hay alteraciones y una serie de ciclos por los cuales las especies pueden desaparecer, también lo es que la pérdida o modificaciones a su hábitat natural han tenido como principal factor desencadenante al hombre.
Una de las aportaciones del ser humano para acelerar la extinción de especies de flora y fauna es la contaminación, que va desde un “intrascendente” papelito tirado en la acera, un derrame de petróleo en el océano o un incendio provocado en el bosque porque a alguien le dio flojera o quizás “pensó” que una fogatita de esa tamaño era algo insignificante; es con este tipo de “pequeñeces” que ocasionamos grandes estragos en el ecosistema.

La gravedad del problema de la extinción de especies, ha ocasionado que se realicen una serie de clasificaciones dependiendo del grado de peligro de desaparición en que se encuentran, dichas categorías van desde las que ya se extinguieron hasta aquellas que están en peligro crítico o amenazadas, aunque esto a fin de cuentas está de sobra; el que se hallen en una u otra categoría no minimiza el daño y preocupación que genera el hecho de que están desapareciendo y para nuestra vergüenza somos los culpables principales.

El hombre puede sentirse orgulloso y continuar contaminando, cazando “deportivamente”, presumiendo las pieles de los animales que capturó o a aquellos que disecó y colocó en la estancia de su casa como muestra de su gran hazaña y heroísmo, o por qué no, también comprándolos a los que comercian ilegalmente, para tenerlos como lindas mascotas en el patio de la casa… ¡Qué bonito sería ver una ballena en la piscina de la casa! o ¿no?
Con lo anterior, ¿aún podemos siquiera pensar que nos diferenciamos de los demás animales porque somos seres racionales?, esto tal vez puede cuestionarse, pero lo que es indiscutible es que el hombre se ha convertido en el “máximo depredador” de todos los tiempos.
