jueves, 23 de julio de 2009

A Través del Espejo con Lucía Plascencia!!

El Mundo del ¿Por qué?

A lo largo de nuestra vida los seres humanos cuestionamos absolutamente todo. ¿Existe Dios? ¿Por qué llueve? ¿Cómo nacen los niños? ¿De dónde venimos? ¿Qué ocurre después de la muerte? ¿Existe la magia? Este tipo de preguntas se generan todos los días en nuestro cerebro, la mayoría encuentran respuesta.

La etapa más clara que todos recordamos haber vivido es La Edad del Por Qué, un periodo estupendo, incesante, en el que el niño espera adquirir el mayor conocimiento posible, ¿cómo? formulando preguntas.


Sandra Poveda Soriano, colaboradora del portal solohijos.com, en su artículo “La edad del por qué” explica que los niños de 4 años sienten cada vez más la necesidad de pensar y comprender por qué la vida es así y no de otra manera. A esta edad exigimos respuestas con un único fin: conocer y comprender la burbuja en la que vivimos. Para eso, los padres deben responder con un lenguaje claro.

Imaginen a un niño preguntar a su padre: ¿Qué es hacer el amor? El padre tras sentir que los cojones se le suben hasta la garganta y palidecer, prosigue a darle una explicación de abejas y polen (esto quizá en una película), en la realidad, el padre lanza un golpe para hacerlo callar y botar esa pregunta para siempre de su sistema.

¿Qué pasó entonces con esa etapa “maravillosa”? Seamos sinceros, no termina cuando cumplimos 5 años; en mi opinión únicamente se transforma, también las preguntas lo hacen.

Ahora sitúense en la adolescencia (o un poco después, todos piensan en eso aún teniendo 30 años) entonces se esbozan otro tipo de cuestionamientos que ninguno de nosotros llegamos a exponer abiertamente (quizá por miedo a recibir otro golpe de censura). Hablo de dudas sobre sexualidad que ni en sueños comentaríamos con nuestros padres y, seamos sinceros, algunas ni a nuestros amig@s hemos confesado.

Atención: ¿Pensar 20 veces en sexo al día es anormal? ¿Por qué el vello púbico es chino/ ensortijado/ crespo/ ondulado/ alechugado/rizoso/ enrollado/ retorcido (o como mejor lo entiendan)? ¿Qué tan ancho debe ser el pene? ¿Cuántos tipos de pezones existen? ¿Qué tal un trío? ¿Todas las vaginas son iguales? Y esto es sólo la puntita… de un inmenso iceberg.

No es que nuestro cerebro no tenga nada mejor en qué pensar, sino que es presa de las hormonas sexuales: la testosterona, los estrógenos y la progesterona; la primera segregada por los testículos y las últimas dos, por los ovarios. Dichas hormonas son reguladas por el Hipotálamo y la Hipófisis (en el cerebro) que actúan como un termostato, estimulando o frenando la liberación de las mismas.


Tras aclarar cómo nuestro cerebro puede manifestar tantos pensamientos traducidos en enormes interrogantes, me atrevo a asegurar que surgirán muchas más que se abordarán quincenalmente en este espacio. Por el momento sólo puedo decirles lo siguiente: no estamos enfermos, no necesitamos ayuda psicológica ni un baño de agua fría y por favor no tomen pastillas para dormir (los sueños húmedos seguirán presentes).

Recuerden que nuestro cerebro capta y responde a estímulos, ¡pónganlo a trabajar! Aprovechen las hormonas y órganos con los que la naturaleza, tan sabia ella, nos dotó.

Referencias:

- J. Díez, Juan. “Informe de Endocrinología”. http://www.robertomolina.com.ar/salud/endocrinologia.htm

- Poveda Soriano, Sandra. “La edad del por qué”. http://www.solohijos.com/
blog comments powered by Disqus